En la pareja suele ocurrir que sea mi niña y el niño del otro quienes se gusten, también quienes decidan dar un paso más, quienes más tarde discutan, se reprochen, se odien y desencuentren.
A menudo, es nuestro niño el que busca amor, el que trata de llenar el vacío que siente. En esta desesperación de no saber cómo abrazar a nuestro «niño herido» buscamos a alguien que cure nuestra herida, es decir, ese dolor antiguo que nunca se cerró. Es la herida de reconocimiento, de atención, de soledad, de falta de compañía y sensibilidad hacia nuestro dolor de niños. Una herida que venimos sintiendo desde la infancia por la necesidad afectiva y de comprensión que no obtuvimos de nuestro padre y madre, de hermanos u otros referentes.
Sin embargo, cuando estamos en pareja creemos que nos relacionamos como adultos pero continuamente es esa parte de nosotros carente y necesitada la que sale a pasear en las relaciones. Ese niño que necesita que le quieran, que le den espacio para no sentirse agobiado o todo lo contrario, que le tengan en cuenta y nunca le dejen solo para sentir que así es amado e importante para los demás.
Y así buscamos pareja, con nuestros huecos esperando a ser llenados de amor; todo el amor que no sentimos que recibiéramos durante la infancia. Y esa es la búsqueda de la media naranja de la que habla el «amor romántico». Un amor en el que nos sentimos mitades incompletas que necesitan completarse con la mirada del otro, con el abrazo del amado o con el cuidado de la amada.
Tenemos la idea ilusoria de que cuando llegue la pareja todo va a ir mejor, que nuestra tristeza o nuestras dudas, problemas o inseguridades y dificultades de la vida se van a disipar. Y es lo que suele pasar en la fase de enamoramiento porque es un momento en el que no queda espacio para el tú o el yo, y en el que todo es un nosotros.
Pero en algún momento tiene cabida ese tú y ese yo, ese yo y ese tú…y las carencias que sentíamos estando sin pareja se manifiestan. La diferencia es que en esta ocasión hay alguien a quien culpar de toda esa falta de amor que sentimos porque siempre es más fácil que responsabilizarnos de nosotros mismos. Y es cuando aparecen «los porque tú»: tú has hecho, tú has dicho, tú no me tuviste en cuenta, tú no me cuidaste, tú me menospreciaste, etc. Todo ello es el principio del deterioro de la pareja.
Tomar conciencia de tu falta de amor, de los traumas y carencias a través de un proceso tearapéutico es una manera de quererte más y poder querer a otro sin buscar que rellene tus huecos. Vivir así la pareja desde el adulto sin que nuestros niños estén continuamente actuando.