Duele sentir cariño por una persona y que no sea correspondido, duele cuando crees que estás en lo mismo que el de enfrente y parece ser que no. Quizá lo más doloroso es habernos hecho a la idea de que sí estábamos en lo mismo. El ideal, la expectativa o como le llamo yo «el cuentito que nos contamos».
¿Por qué sucede eso? ¿Es falta de comunicación? ¿Son expectativas? ¿Es dar por supuesto algo no hablado?
A veces nos relacionamos desde la falta de claridad, desde nuestras ideas y creencias sintiendo que el otro está en lo mismo. Pensamos que como nuestras palabras o cuerpos se entienden nos estamos entendiendo. ¿Pero es así? A veces sucede que no, que lo que parecía que al principio era cierto, que aunque sentíamos o alguno de los dos sentía que íbamos dando pasos juntos hacia un mismo lugar, nos estábamos alejando o ni siquiera acercando.
Pararse y mirar la relación, parar a mirarse, parar y mirar al otro. Chequear en qué estoy yo y en qué estás tú, en qué quieres estar tú y en qué quiero estar yo. A veces no lo hacemos por miedo a la respuesta y otras veces lo hacemos y no queremos creernos dicha respuesta. Es entonces cuando jugamos al amor, hacemos como que estamos en lo mismo pero no es real.
Aunque la verdad duela al principio, es más sencillo aceptar una verdad desde el principio que una vez va pasando el tiempo y seguimos alimentando «el cuentito». Esto no es contrario a dejarse llevar y ver lo que la vida nos depara juntos o separados. Esto es revisar el contrato de vez en cuando, un contrato tácito y no explícito que solemos firmar queramos o no cuando iniciamos una relación, cuando la vamos cultivando e incluso cuando se acaba.
Probablemente sepamos que no queremos lo mismo desde el inicio, que tú quieres vivir en el campo y yo en la ciudad, que tú quieres hijos y yo no, que tu proyecto de vida es viajar indefinidamente y yo odio los aviones, que quieres mudarte de país y sin embargo mi deseo es estar lo más cerca posible de mi familia. ¿Y qué hacemos con todas estas diferencias cuando nos queremos tanto? ¿Qué hacemos cuando estamos ciegos y todo nos parece estupendo?
Puede que nos callemos consciente o inconscientemente, que no expresemos nuestros deseos o la diferencia con el otro porque tenemos la ilusión de que algo cambiará y que finalmente cederá en aquello que deseamos, porque «el amor lo puede todo». Y entonces llega la realidad, a veces pasa el tiempo y cuando nos queremos dar cuenta hemos cedido en nuestros deseos o nos hemos peleado sin tregua, y en cualquiera de los casos nos sentimos tristes, decepcionados y frustrados.
Y todo porque nuestras expectativas eran otras y no hemos querido mirar de cerca lo que estaba pasando. ¿Cómo sería crecer en pareja sin expectativas? ¿cómo sería agradecer cada día lo vivido al lado de esa persona sin saber si habrá más? ¿cómo sería respetar el deseo del otro sin querer hacerlo mío? ¿Y no pretender que sus deseos sean iguales a los míos? ¿Vivir el presente y sin futuro? ¿Dejar ir al otro y sentirte libre para irte cuando quieras?
¡Qué bueno sería vivir libre y sin apegos! Sabiendo que nada nos pertenece ni somos de nadie.