«Pues lo que todo el mundo, tener trabajo estable, pareja, hijos y salud«.
«Ni lo sé ni quiero saberlo, porque no lo voy a conseguir».
«Desear y soñar es una tontería que no sirve para nada».
«Virgencita, virgencita que me quede como estoy».
«Solo las personas con suerte tienen lo que quieren».
«Tú confórmate con lo que tienes y a vivir tranquilo».
«Pero hija, ¡cuántos pájaros tienes en la cabeza!».
¿Cuántas veces has escuchado esto a lo largo de tu existencia? En mi caso, fueron unas cuantas y eso me hizo creer que desear algo e ir a por lo que quería en mi vida era una desfachatez. Vamos, que me tenía que adaptar y adecuar a lo que los demás querían para mí y así vivir la vida de otros, anular mis deseos y conformarme.
Todo pasa por ADAPTARSE. Adaptarme para que me quieran, adaptarme para encajar, adaptarme para pertenecer, adaptarme para no sobresalir y también para sobresalir, adaptarme para sobrevivir, adaptarme para no sufrir, adaptarme para ser comprendido, adaptarme para que no me rechacen, adaptarme para ser mejor persona, adaptarme para evitar la humillación, el desprecio y la invalidación.
Y con tanta adaptación, creces sin saber quien eres, qué quieres, qué necesitas, qué sientes, cuáles son tus deseos. CRECEMOS DESCONECTADOS de NOSOTRAS MISMOS. Y eso es lo que pasa cuando crecemos en un ambiente en el que nos dicen cómo tenemos que ser, qué tenemos que hacer, cómo nos va a ir bien, qué es lo mejor para nosotros y además, que «si no lo haces así es que eres tonta».
Hasta que un día, si eres del clan de los BUSCADORES, de los que van más allá de lo que te cuentan, si te haces preguntas y te incomoda «el traje de súper adaptativa», es entonces cuando decides poner atención a tus deseos, a tus gustos, a lo que quieres para ti.
Y aunque te cueste años y años saber qué es lo que deseas en tu vida, sabes que puedes descubrirlo por ti mismo y no tienes que seguir a los demás. Es cuando empiezas a no preguntar y fiarte de tu criterio, empiezas a no pedir opinión sobre todas las cosas y te atreves a equivocarte. Porque lo que deseas, solo tú mismo lo sabes. ¡Atrévete a desear!