En algún momento de nuestra vida deseamos que alguien nos mirara, que nos reconociera, nos validara y nos otorgara un lugar de poder pero eso no llegó a suceder y la herida quedó abierta. Probablemente siendo niños esperamos la mirada de papá o mamá, u otras personas de referencia que nos cuidaban y en quienes confiamos plenamente.
Cuando nos hacemos mayores seguimos buscando esa mirada de reconocimiento y amor fuera de nosotros. Esperamos que nuestra pareja, nuestro jefe, amigas, hermanos e incluso todavía nuestros padres nos digan lo bien que hacemos las cosas, nos den la palmadita en la espalda, expresen lo guapos que estamos, lo sabios que somos y lo importantes para sus vidas.
Y en esta búsqueda infértil, sufrimos, nos esforzamos, nos olvidamos de nosotros, nos enfadamos, nos desesperanzamos pero seguimos buscando y haciéndonos cada vez más dependientes de la mirada del otro.
Descubrir todo este entramado de movimientos, palabras y seducción que desarrollamos para ser mirados puede costarnos muchos años. Y es un camino doloroso que suele terminar en un final no feliz al saber que no vamos a encontrar ese reconocimiento externo que llene nuestra herida de niños. No lo vamos a encontrar fuera, porque además cuando llega no somos capaces de verlo y la satisfacción es fugaz. ¿Cuántas veces alguien te dijo que eras bueno haciendo tu trabajo? Seguro que unas cuantas pero pronto se te olvidó y buscaste de nuevo que otra persona lo confirmara.
Cuando el hueco es muy grande no nos vale el reconocimiento externo porque no nos lo creemos. Solo llenaremos ese vacío de reconocimiento y valía si recuperamos una mirada amable y amorosa hacia nosotros mismos. Entonces, podremos reconocernos seres completos e importantes, pese a que de niños nadie nos otorgó ese lugar o si lo hicieron, no supimos entenderlo desde nuestra comprensión de niños.
Y al recuperar nuestra mirada, al poder vernos con amor, inevitablemente se da el paso de «querer ser visto» a «querer ver». Entonces es como si te pusieras unas gafas nuevas que te permiten ver a los demás, conocerles, interesarte por ellos, descubrir sus miedos, sus alegrías y su vulnerabilidad. Entonces tu búsqueda ya no pasa por ti, ya no miras para que te vean sino que miras para ver.