El tema de la infidelidad es como un fantasma que a veces anda presente en las relaciones. Y digo fantasma porque no se ve, no se toca, no se huele, a veces intuimos que algo pasa y ronda en el ambiente pero no hablamos sobre ello. Otras veces nos llegamos a hacer la pregunta de si existe o no… pero se queda en un lugar sobrenatural y fantasmagórico hasta que se destapa, o no, o se rompe la relación.
En realidad, la infidelidad es un síntoma de que algo está sucediendo en la pareja y no estamos sabiendo cómo abordarlo, no queremos hacerle caso o nos da tanto miedo dar el paso de poner las cartas sobre la mesa que preferimos obviarlo. Y en realidad, no lo pasamos por alto porque es demasiado doloroso y pesado como para cerrar los ojos ante ello y seguir caminando como si no sucediera nada.
Existen muchas formas de infidelidad, y no siempre es con un(a) amante. A veces el tercero es un proyecto laboral, las drogas, un hobby o actividad a la que dedicamos tiempo, un hijo, una pareja anterior, otro familiar (padre, madre…), una pretendida pareja idealizada. Son diferentes maneras de no estar en la relación que necesitan ser observadas, trabajadas y liberadas.
Nos escapamos, nos vamos de la relación o lo que es más difícil, permanecemos en ella sin estar presentes. A veces estar presente requiere ser honestos con nosotros y con quien tenemos al lado. Es decir, dejar de contarnos mentiras acerca de cómo amamos, lo que sentimos, lo que deberíamos sentir y pararnos a ver qué nos está doliendo, incomodando, molestando, agobiando, entristeciendo…ver cómo estamos en la relación. Y un segundo paso, compartir eso con la compañera o el compañero de ese momento de tu vida.
Cuando la infidelidad con un amante se da y todo se destapa es un momento de crisis para la pareja (si había un pacto de fidelidad) que a veces es salvable pero tal vez puede llevar a la ruptura. Y son tantas las preguntas que se despiertan después de la entrada de un tercero que puedes llegar a obsesionarte tratando de encontrar respuestas. Preguntas tanto para el que fue infiel como para la pareja… ¿qué pasó? ¿qué no pasó? ¿qué hice mal? ¿por qué lo hice? ¿cómo puedo enmendarlo? ¿es posible seguir juntos? ¿y ahora qué? ¿me perdonará? ¿podré perdonar?
En muchas ocasiones, esta crisis es una oportunidad para reestructurar la pareja porque algo no estaba funcionando y hacíamos «como que sí». Es el momento de reacomodarse si verdaderamente esa pareja quiere seguir creciendo juntos, empezar a verse el uno al otro y a ver la relación con más conciencia. Pasar de un estado en el que nuestros niños se encontraron y empezaron a salir, a un estado adulto de conciencia para la relación.
Si así es, si verdaderamente los dos miembros de la pareja quieren crecer y asumir su parte de responsablidad será un momento para ver sus luchas de poder, destapar cuáles son sus juegos de seducción y celos para mantener el interés de la otra persona. También descubrir cómo intiman y muestran su vulnerabilidad, escuchar sus miedos (a comprometerse, a ser abandonados, a ser invadidos, a ser atrapados…). Se abre un espacio para poner conciencia a lo que hicieron en la infancia para ganarse el amor de sus progenitores (papá o mamá) como patrones que hoy día repiten en la relación de pareja.
Esta posibilidad de mirarse a los ojos y tratar de verse entre los miembros de la pareja no siempre es posible sin el acompañamiento de un terapeuta que ayudará a ambos a sostener la decepción, la ruptura del ideal y el autoengaño que la propia pareja ha ido construyendo. Si atraviesan eso es cuando comienza la posibilidad de amarse en profundidad sin inventos ni mentiras sobre quien es cada uno.