Ser mujer no es fácil, tampoco creo que sea fácil nacer hombre pero ahora quiero dedicarle un momento a «mi ser mujer» y que cobre el protagonismo que no tuvo de niña.
Nací después de mi hermana con el deseo explícito de mis padres de tener un hijo varón. Siempre se busca la parejita pero la vida es caprichosa y no suele cumplir con las expectativas de los humanos. Igualmente fui una niña deseada y querida pero con la carga de no haber satisfecho el primer deseo de papá y mamá. Solo serían las primeras expectativas porque luego llegarían otras muchas, ser alguien de provecho, ganarse la vida, no depender de un hombre, formar una familia, ser independiente, tener poder, hacer dinero, etc, etc.
Y yo traté de cumplirlas, crecí tratando de ser la hija y la mujer perfecta para que no echaran de menos al hijo que no tuvieron. Y también quise rebelarme en diferentes momentos de mi vida. Pero llegó el momento de dejar de luchar contra los de fuera y contra lo vivido «como imposiciones» o «tengo qués» (que pronto internalicé), y darme el permiso de hacer lo que deseo por amor hacia mí misma.
En mi familia hacerte mujer no gustaba, que la menstruación llegara significaba «estar mala» y «era engorroso». Me preguntaba si era lo mismo que estar enferma y es que son tantos los mitos que hay alrededor de una mujer menstruando que inevitablemente llegan a nuestros oídos de niña.Y crecemos pensando que ser mujer no es bueno.
Cuando tienes 12 años las mujeres de tu vida son una gran influencia y también los hombres. Sus palabras, sus detalles, sus actitudes te marcan para siempre. Recibí una carta de mi padre que me decía que pasar de niña a mujer era volverse dura, áspera y agria en lugar de tierna y dulce. Palabras que marcaron y durante mucho tiempo crecí pensando que hubiera sido mejor nacer niño.
¿Es verdad que ser mujer significa ser dura y agria? No, por supuesto que no, ser hombre o mujer no nos imbuye de ciertas cualidades. El trabajo terapéutico me ha permitido relacionarme de otra manera conmigo misma y con los demás, identificar la mujer que soy más allá de las etiquetas y conocerme también en relación con las mujeres y hombres de mi vida. Observar con qué «cualidades femeninas y masculinas» me identifiqué y cuáles rechacé, qué tipo de mujer quise ser y por qué, cómo fue mi mirada hacia mis referentes hombres (abuelos, padre, tíos, primos, amigos…) y mujeres (abuelas, madre, hermana, profesoras…).
Porque en busca de la aprobación y la mirada de ese primer modelo masculino que fue papá, me alejé de mi feminidad. Quería ser otra mujer, más allá de la idea cultural y familiar que me habían contado de lo que significaba ser mujer, a veces tenía que ver con ser pasiva, manipulativa, dependiente, fría, dura, seductora o casta…y otras veces sensible, cariñosa, afectuosa y eficiente. Y tratando de que mamá me quisiera y papá también, respondí a ambas ideas de «lo que significaba ser mujer».
El desarrollo personal me ha permitido seguir conociéndome y viendo cómo me relaciono con las mujeres y los hombres, a quienes admiro, a quienes reto, con quienes compito, si les miro con superioridad o desprecio, como iguales o colocándome por debajo. Seguir entendiendo esa posición mía, esa mirada hacia mi o hacia los demás.
En Encuentros con Mujeres, ciclo de tres talleres que comienzan el 27 y 28 de octubre, proponemos un espacio seguro y de intimidad con mujeres para explorar con una mirada curiosa cómo ha sido el paso de hombres y mujeres por tu vida y la huella que dejaron en ti esos múltiples vínculos. Viendo qué retazos llevas de unos y otras, y qué respuestas aún te condicionan, cómo se inscribieron en tu cuerpo y algo más: ¿qué de todo ello deseas conservar, o no, y para qué?