Cuando nada tiene sentido, de repente algo hace que la vida vuelva a cobrarlo y tenga color. A veces es simplemente la sonrisa de un niño o la carcajada de un abuelo, la llamada de un amigo o un día de lluvia entre tanta sequía.
¿Cuál es ese clic que nos hace pasar del sinsentido a la plenitud? Creo, o al menos así lo he experimentado yo, tiene que ver con mi apertura al amor. En la medida es que nos dejamos tocar por las personas, por las situaciones, por la historia que cuenta una novela o una película, nos estamos abriendo a recibir lo de fuera. Nos ponemos en actitud de agradecimiento, de rendición y de aceptación de lo que la vida nos da. No pedimos más a la vida salvo que llegue, nos atraviese y sigamos caminando en ella. Porque la vida es esto, la vida no nos está esperando a que pasen 5, 10 o 20 años, la vida es lo que pasa cada día. Y la vida es normal, no son grandes lugares a los que llegar, ni momentos espectaculares ni nada que lograr. La vida es simplemente levantarnos, mirar, tocar, comunicarnos, llorar, reír, trabajar, pasear, sentir, disfrutar, sufrir, estar en silencio, comer. La vida.
Pero a veces no podemos mirar la vida (nuestra vida) con amor. A veces nos encerramos en nosotros, en nuestros pensamientos y emociones. Es como si lleváramos una caja sobre la cabeza que no nos permitiera ver más allá de sus paredes de cartón. Y entonces todo se va haciendo más y más pequeño y dejamos de mirar fuera, con amplitud, con perspectiva. Nosotros también nos hacemos pequeños, nuestros pensamientos se estrechan y no pueden ir más allá de lo conocido, perdemos el interés y las ganas de vivir. Dejamos de observar y llenarnos de sensaciones, de emociones, de lo que sucede fuera, nos hacemos piedras.
Es entonces cuando no hay amor y aparece el miedo. Miedo a todo lo que vendrá, miedo a perder, miedo a quedarnos solos, miedo a arriesgar, miedo a amar, miedo a que nos hieran…MIEDO a VIVIR. El miedo paraliza o encoge, a veces nos hace correr sin sentido, nos despierta las defensas cuando no hay ataques alrededor.
En mí hay un clic que me lleva rápidamente a un miedo antiguo de no ser suficiente para los demás, «siendo como soy no me van a querer» y en mi vida voy a estar muy sola. Entonces he de hacer algo para que me quieran porque por el mero hecho de ser no me van a querer. Ahí me dejo de amar y es entonces cuando ante tanto hacer para que me quieran, me canso, no consigo resultados y me encuentro con que «la vida no tiene sentido». Así que siento que el camino es aprender a amar(me) sin más y confiar en que tal y como soy me van a querer….y tratar también de querer a los demás tal cual son, que no siempre es fácil.