¿Por qué es tan difícil escuchar a otra persona sin más? Sin más, sería…
… sin dar tu opinión,
… sin buscar soluciones,
… sin aconsejar,
… sin juzgar,
… sin contar lo tuyo.
Cuando hablamos, deseamos ser escuchadas pero lo que añoramos en realidad, es ser comprendidos.
Saber que el amigo, la pareja, el padre o la hermana que tenemos enfrente nos mira con cariño y se pone en nuestro lugar por unos instantes es verdaderamente reconfortante. A veces no queremos un consejo, no queremos soluciones ni siquiera palabras de aliento, pero sí deseamos que quien nos escucha pueda empatizar con nuestro sentimiento, nuestra emoción o manera de pensar.
Esa empatía, esa escucha sin más, esa mirada amorosa no siempre llega…porque cada uno tenemos nuestras vivencias y a cada uno se nos activan determinados resortes oyendo a otras personas. Y digo oyendo y no escuchando, porque son pocas las ocasiones en las que practicamos una escucha abierta: mirando al otro, respirando lo que hay en el ambiente, en silencio, observando cómo se mueve, cómo gesticula, se conmueve, poniendo atención al tono de su voz o a su ritmo apagado o agitado. Son muy pocas las veces que escuchamos sin más.
A veces escuchamos solo desde la mente, quedándonos con el discurso, pero…¿y lo que hay debajo de eso que nos quiere contar nuestro hijo o amiga? Mirar a la otra persona nos ayuda a saber qué hay detrás de sus palabras. También ayuda escuchar no solo con los oídos sino con todo el cuerpo porque el cuerpo nos da la pista para saber qué sentimos escuchando al otro.
Ya sea dolor, rabia, incomodidad, ganas de irnos, de intervenir, de hacerle callar, de reírnos, de llorar…todo puede tener sentido pero basta poner atención para darnos cuenta que no tiene que ver con el otro sino con nosotros mismos. Observarlo y respirar puede ayudarnos a salir del automático en el que solemos estar y reaccionar ante la persona que tenemos enfrente. Reacciones como ponernos a solucionar, ayudar o por el contrario, ser el «pepito grillo» que siempre contradice, confronta o quiere llevar la razón en todo nos separan de la otra persona y ahí dejamos de escuchar sin más.
A veces es simplemente esto lo que nos lleva a empezar un proceso terapéutico. Buscamos una persona que nos escuche sin más, que esté atenta a lo que decimos, con los sentidos abiertos y una mirada amorosa que nos apoye a acercarnos a nuestras dificultades con cariño.
Prueba unos días a escuchar sin más…y luego me cuentas. ¿Fácil? ¿difícil? ¿frustrante? ¿incómodo? ¿descansado? ¿emotivo? ¿ligero? ¿incontrolable?