Probablemente te levantarás como lo vienes haciendo en otras ocasiones.
¿Y si vuelvo a estar tan triste como aquella vez? Te dolerá y volverás a recuperarte porque ahora tienes más herramientas que antes, porque ahora puedes echar mano de tus recursos y eres más consciente de todo lo que sí eres. Ahora has aprendido a estar más contigo mismo y a pesar, no solo de los demás, sino de ti también. Ahora te quieres más.
Son preguntas que suelo escuchar en consulta y que en más de una ocasión yo me he cuestionado. ¿Qué pasa si vuelvo a caer? Y es que el miedo a volver a sufrir nos impide vivir lo que ahora sí está sucediendo. Pretender vivir sin que nos duela es una tarea complicada y que solo quienes andan como zombies por la vida logran. Si te acorazas y dejas de sentir, podrá dolerte menos la vida y también la vivirás a medias.
A veces es eso lo que hacemos, vivir en la auto protección, sin atrevernos a dar pasos por si erramos. El miedo nos impide decir a la persona que nos gusta que nos imaginamos viviendo la vida a su lado. Expresar el amor que sentimos hacia un ser querido porque nos sentimos vulnerables. Irnos a vivir con una amiga por si sale mal o solo dura unos meses, dejar un trabajo que odiamos porque no sabemos qué pasará después, alquilar una casa con nuestro novio en vacaciones por si no estamos juntos cuando llegue el momento.
Evitando decir o hacer todas estas cosas creemos que vamos a sufrir menos. Pero eso requiere mucho control, no ser espontáneos y estar guardándonos quienes somos. Es entonces cuando nos entregamos a medias, damos a medias y también recibimos a medias.
Vivir incluye sentir y en el sentir hay una amplia gama de emociones, sensaciones y sentimientos por las que pasamos. Pretender vivir sin miedo, sin rabia, sin tristeza, sin alegría, sin dolor, sorpresa, ternura, asco, desconcierto, sinsentido o consentido, ilusión o desesperanza, es no vivir.
El niño que está aprendiendo a caminar, se cae y se levanta continuamente; se hace daño, llora y vuelve a intentarlo. Porque desde que nacemos nos estamos cayendo y levantando, rompiendo y construyendo, se mueren partes de nosotros y renacen otras nuevas. Todo está en continuo movimiento.
Pretender seguir caminando por la vida sin caernos es lo mismo que querer estar vivos sin envejecer, ¡qué paradójico!
Y es que en realidad no es tan grave caer, pero lo evitamos una y otra vez. Recuerda todas las veces que lo pasaste mal y volviste a la vida reforzado, cuando te equivocaste y lo volviste a intentar, cuando sufriste y hubo abrazos que te recogieron. ¿Cómo sería la vida sin caídas?