Reconocer que tenemos límites es un gran paso que nos ayuda a soltar la creencia de que podemos con todo, relajarnos en la búsqueda incesante de logros y en la consecución de objetivos ideales (tanto en lo personal como en lo profesional). Ayuda a dejar de «ir tras la zanahoria», proporciona calma y nos libera de la exigencia de «ser perfectos» y capaces de todo.
Algunos de los mensajes recibidos desde nuestra infancia o las experiencias familiares vividas contribuyeron a forjar un carácter autosuficiente con el que tratamos de hacer todo por nosotros mismos y salir al mundo solos, sin la ayuda de nadie. Esto requiere mucho esfuerzo, desgaste, cansancio constante y sentirnos lejos de los demás.
Alguien nos dijo «tú puedes con todo» y «conseguirás lo que quieras» o quizá todo lo contrario «no llegarás a ningún sitio en la vida» porque «no vales para nada y eres un perdedor». Independientemente de que el mensaje llegara desde el refuerzo positivo o desde la humillación, dejaron un poso y la tarea de responder a «lo que se espera de mi».
Y entonces nos hicimos fuertes para ser leales al mandato o también para revelarnos, llevar la contraria y demostrar al mundo y a nosotros mismos que «sí somos y sí valemos».
Reconocernos que somos valiosos por el hecho de existir y que tenemos capacidades es sanador. Al igual que también lo es reconocer que tenemos carencias, que no podemos con todo y que eso no significa que valemos menos, sino que nos capacita para pedir y aceptar ayuda. Pero a veces, lo más difícil es pedir esa ayuda y colocarnos frente a otras personas en un lugar de «necesitado».
Os contaré que mi instinto de conservación me ha llevado a lugares difíciles y dolorosos, «tener que ser», «tener que hacer» y «demostrar al mundo lo que valgo» para evitar una de mis grandes escenas temidas «pensar que acabaré viviendo en la calle». Lejos de que suceda y con todo mi respeto a las «personas sin hogar», lo que me he dado cuenta es que no quiero verme en el lugar de «necesitada». Pero vivir así es agotador para mi y para quienes me quieren. Mi autosuficiencia no les permite a ellos cuidarme, ayudarme y darme amor.
Se nos dice que tenemos que superarnos a nosotros mismos, fijarnos retos y metas pero a veces son tan ideales e inalcanzables que vivimos en una constante frustración e insatisfación. En otros casos, puede llegar a paralizar la idea previa de que no se va a conseguir, el miedo a equivocarse o no ser lo que nos habíamos propuesto. Aceptar que nos equivocamos, que somos seres limitados y que también así se nos puede querer es muy liberador.
Sentirse limitado es un acto de rendición y entrega a algo más grande que nosotros mismos, entrega a la vida y a los demás. Y en la entrega cesa el esfuerzo. Porque no todo depende de nosotros, diría que casi nada depende de nosotros pero nos empeñamos es ser artífices de todo lo que nos sucede y creer que somos imprescindibles. ¿Cómo sería quitarse de en medio? ¿Cómo sería quitarse importancia?