En el cuerpo contenemos todo aquello que no hemos podido expresar y dar salida a lo largo de los años. Aquellas emociones no manifestadas y también las que dejamos que salieran y seguidamente fueron juzgadas.
Toda esa espontaneidad y energía vital quedó retenida en distintas zonas corporales y órganos a veces en forma de tensión y corazas. Un llanto que ahogaba la garganta, una rabia que contraía las mandíbulas, un deseo sexual que cerraba las caderas, hombros hacia delante cerrando el pecho para protegernos del amor, la respiración bloqueada a consecuencia del miedo, fragilidad en nuestras piernas y sensación de no tener nuestro lugar en el mundo, etc. Las vivencias y experiencias que forman parte de nuestra biografía no solo quedan registradas en forma de recuerdos, fotografías o escenas. Nuestra historia está en el cuerpo.
Contenemos, reprimimos y aguantamos ciertas emociones, las presuntamente negativas, cuando tan solo son eso, emociones y expresiones del alma que están queriendo decir algo más. Aprendemos tanto a contenerlas que incluso dejamos de sentirlas y con ello no estamos permitiendo que la vida nos atraviese. Cuando reprimimos lo que está queriendo salir sentimos tensión, no solo física, también mental y emocional.
Empezar a dar rienda suelta a todas esas emociones en espacios de cuidado como la terapia individual o en grupos de crecimiento personal, donde se favorece la expresión de todo lo que sucede, es una oportunidad para volver a dejar que la energía circule, empezar a ablandar el cuerpo y nuestras corazas musculares y mentales.
Si hay mucho reprimido probablemente saldrá sin medida y sea motivo para asustarse, de ahí la importancia de estar acompañado por personas que puedan sostener tu dolor, tu rabia, tu asco. El terapeuta es un facilitador que te muestra cómo aprender a sostener todo lo que te está pasando; pero esa capacidad sostenedora puedes desarrollarla en la medida que pones conciencia a lo que estás sintiendo y lo vas respirando.
La respiración es el recurso que todos tenemos para poder sostener cualquier emoción. Dejarte estar hacia dentro, respirando sin tensión y sin esfuerzo, con una mirada amable a todo lo que nos está pasando es la clave. La respiración ayuda a parar la mente y con ello la pelea interna de cómo deberían o no ser las cosas y uno mismo.
Tal vez no te sientas identificado con esa parte represora y contenedora de emociones porque eres de esas personas expresivas, que dejan salir a borbotones el llanto, a ratos la ira e incluso una alegría desmesurada que roza la histeria. Observas comodidad o cierto gusto en alimentar esa expresión emocional que te hace sentir más viva y sientes cierta satisfacción y plenitud en la intensidad, en el desgarro, en el llanto, en el conflicto o en que tu corazón sangre y se desviva de amor o de dolor.
En ambos casos, para quienes reprimen o se desbordan, el camino pasa por aprender a sostener lo que acontece en el interior mediante la respiración, con cuidado y con respeto a todo lo que te está sucediendo.
Sostener es un paso más hacia nuestro adulto y dejar atrás el niño que coge la pataleta, que se victimiza, se arma como si no pasara nada o se enfada lanzando sapos y culebras. Cuando uno sostiene algo cambia, porque sostener es acoger aquello que sentimos sin peso, sin tensión y sin hacernos daño, es decir, con amor hacia nosotros mismos.