La mayor parte del tiempo estamos resolviendo gestiones, ejecutando tareas y solucionando situaciones que tienen que ver con algo que sucede fuera de nosotros.
Respondemos llamadas de teléfono, contestamos emails, participamos en grupos de whatsapp, conducimos el coche o la moto, la bici, vamos a reuniones, preparamos informes, sacamos muelas, estudiamos, hacemos la compra, la comida, la cama…hacer, hacer, hacer.
Y me pregunto, ¿en cuántas de estas actividades estoy presente? Y cuando digo estar presente me refiero a tener una plena atención a mis sentidos y a cómo estoy yo (emocional, física y mentalmente) mientras resuelvo la situación.
Estar presente es ponerse en disposición de:
- tener una escucha abierta a lo que dice mi cuerpo. Observar si se me encoge el estómago, saco pecho, se cierra mi garganta, corto la respiración, me alejo o me acerco de mi compañero de trabajo, se me tensa la mandíbula, siento cosquilleo en mis manos…
- Sentir las emociones que se me despiertan sin juzgarme por ello. Ver cómo me enfado, me entristezco, me alegro, confío, me resigno, me exijo estar de una manera, me asusto, temo o me lanzo, me frustro….
- Poner atención a los pensamientos que suceden sin engancharme a ellos, viéndolos y dejándolos pasar. Aquellas frases que comienzan por “tengo que…”, “debería de…”, “soy así”, “el otro me hace esto”..
Tu presencia es plena cuando tu cuerpo, corazón, mente y espíritu están alineados y completamente presentes.
Te propongo practicar la presencia durante el día de hoy. No es necesario buscar un espacio a solas y en silencio. Es más, te propongo que conectes con esas sensaciones, emociones y pensamientos mientras te levantas de la cama, preparas el desayuno, haces la merienda a tus hijos, caminas hacia el trabajo, friegas los platos, cocinas…