Como adultos hay emociones que reprimimos y no legitimamos, no solo en nosotros mismos sino en las personas que tenemos a nuestro alrededor y principalmente en los niños. Entre otras, el enfado es una de esas emociones que nos gustaría eliminar de nuestra amígdala cerebral. ¡¡Qué curioso!! ¿por qué no hacemos lo mismo con la alegría?
Puede que desde la infancia recibieras algunos mensajes: «no te enfades», «no discutas», «no empeores las cosas»…»cálmate». Por alguna razón, entendimos que enfadarse no es adecuado y decidimos ocultar nuestra ira aunque seguimos sintiéndola y en ocasiones con tal fuerza que nos desborda.
El problema no radica en enfadarse sino en qué hacemos con este enfado, si lo utilizamos como factor a favor o en contra de la situación a la que nos enfrentamos. En sí mismo, como dice Norberto Levy, «el enojo es un remanente de energía que está destinado a aumentar nuestros recursos para resolver el problema que nos produce enojo. Si aprendemos a canalizarlo podremos aprender a transformar el enojo que destruye en enojo que resuelve».
¿Por qué nos enfadamos?
La causa del enfado es la frustración. Nuestro deseo o necesidad se ven amenazados y nuestra cabeza añade más leña al fuego imaginando que existe una voluntad por parte del otro de perjudicarnos. En ese momento no pensamos que es algo que ocurre sino que creemos fervientemente que es algo que se opone deliberadamente a nuestro deseo. En la medida en que vemos la vida como una batalla que ganar o no, pondremos más énfasis en buscar enemigos a nuestro alrededor.
Expresión y liberación de la ira desde el cuerpo
Cuando nos enfadamos el cuerpo se tensa. Si no se realiza una descarga adecuada, la carga de adrenalina se acumula y se convierte en tensiones musculares crónicas y trastornos cardiovasculares.
Hay diferentes formas de expresar el enfado desde la descarga, y por supuesto no ha de ser con el otro. La descarga es una acción independiente de la presencia física del otro y su función es disminuir la tensión. Hay personas que se descargan mejor a través de las piernas, otras a través de los brazos, la cabeza, hay quienes prefieren un movimiento corporal general, vibración o mediante la voz. En cualquier caso, es interesante que encuentres tu propia forma de descargar la ira, ya sea golpeando cojines, pateando un balón, gritando, saltando, corriendo o bailando. Encuentra ese espacio o habitación para la descarga emocional.
Por tanto, si aún te quedaban dudas, corroboramos que enfadarse es legítimo y es una emoción más que conviene darle el espacio que necesita, para que se exprese y poder transformarla en otra cosa. Liberarlo para luego parar, respirar y poner conciencia a cómo reaccionar son los siguientes pasos que iremos abordando en el blog pero primero afirmar que tienes todo el derecho del mundo a enfadarte.