Controlando lo que va a pasar en unas horas, lo que pasará mañana, lo que pasará al salir del confinamiento, en el verano, en otoño, al año que viene, con mi trabajo, con mi casa. En realidad, lo que queremos es seguir apegados y por eso controlamos, tratamos de asegurar lo que tenemos y no lo que somos. Y seguimos en un hacer y hacer imparable, reinventándonos, aprovechando las circunstancias, en un utilitarismo sin fin y por supuesto, sin parar.
La idea loca es que si controlo y si hago sin parar, me aseguro que el piso no se derrumba, que va a seguir habiendo un suelo en el que caer, una casa en la que vivir, un trabajo al que ir, una nómina a fin de mes, una hipoteca pagada, unos amigos a los que acudir, mi pareja hasta que me muera, unos padres sanos a los que seguir abrazando, mi casa de la playa, el coche de siempre, los ahorros de siempre, la frutería donde suelo comprar, mis hijos cerca de mí…todo todo todo igual, sin que nada cambie.
Pero ¿quien dice que estés asegurándote la vida? Lo que estamos es apegados a nuestras vidas, por muy felices o infelices que sean. A veces creemos que controlamos y que nuestra vida es intocable. Y de repente ¡zas! todo está fuera de control, nadie te asegura que tu vida vuelva a ser como era, que vuelvas al mismo puesto de trabajo, que puedas pagar tu alquiler, que vayas a vivir en el mismo sitio y haciendo lo que antes hacías. La realidad es que Todo Cambia, como canta Mercedes Sosa; cambia el modo de pensar, cambia el clima con los años, cambia todo en este mundo, así como todo cambia que yo cambie no es extraño.
¿Estamos dispuestos a cambiar? ¿Aceptamos el cambio? ¿A cuántas partes de mí y de mi vida me siento apegada? ¿Quiero verdaderamente hacer cambios en mi forma de vivir? ¿Qué supone eso? ¿He de renunciar a muchas cosas? ¿Quiero decir adiós a parte de mi vida y mi forma de estar en ella?
A ratos, en estos días de reclusión en casa, escucho a amigos, familiares, tertulianos en los medios, que probablemente esto provocará un cambio en nuestras vidas y otros aseguran que pronto se nos olvidará. Creo que ya está suponiendo cambios vitales para nosotros (aunque no los percibamos o miremos conscientemente) pero de momento es algo impuesto y ya sabemos que la verdadera transformación se da cuando uno la elige.
Queremos que la vida cambie pero no estamos dispuestos a soltarla, soltar la vida y dejarnos ir un rato, sin control, sin apego, sin hacer nada. Algo así como aceptar la muerte en vida, dejar que mueran partes de nosotros, de nuestro ego. Descansando de vivir, descansando de lo conocido, del ideal de vida que tengo en mi cabeza. A veces, tenemos todo tan amarrado que no somos capaces de aflojar la cuerda y dejar ir. Gracias que al menos nos quedan las horas de sueño para dejarnos ir. Os invito a rendiros esta noche y entregaros a los que los sueños os cuenten.